—¡Hola niña! ¡Qué capa roja más bonita! ¿Dónde vas con esa cesta?
—Perdone, pero no es asunto suyo.
—Disculpa si te he molestado, no era mi intención.
—Mi madre me ha dicho que no hable con desconocidos…
—¡Vale! Eso tiene solución. Me presento. Soy el Lobo Feroz, encantado de conocerte.
»¡Espera! ¡No pongas esa cara! Es sólo un apodo de mis años en la universidad para lobos. En realidad soy manso como un cordero.
—Pues no sé yo si creerle. Tengo mucha prisa.
—¿Y dónde vas con tanta prisa?
—Ya le he dicho que no es asunto suyo…
—Sólo trato de ser cortés, de ofrecerte ayuda. El bosque es muy denso y es fácil perderse.
—No se preocupe, tengo GPS en el móvil.
—¡Vaya! Los jóvenes de hoy en día salís bastante preparados. ¿Es ese aparato que acabas de sacar de la cesta?
—No. Esto es un táser.
—¿Y para qué sirve?
—Me lo ha dejado mi madre por si encuentro problemas.
—¡Qué suerte! Menos mal que no has encontrado problemas, ¿verdad?
—No sé yo.
—Tranquila, no tienes que temer nada de mí.
—Lo sé. Pero si se acerca más, tal vez usted si tenga que temer algo de mí.