miércoles, 31 de julio de 2019

El bibliotecario


El bibliotecario era el más anciano entre los monjes de aquel monasterio. Cuidaba a sus hijos, los libros, vástagos que nunca había engendrado, como si fueran parte de él.

Asió con mimo los dos últimos legajos, sus predilectos, dos tomos encuadernados con placas de marfil e incrustaciones de metales preciosos, y avanzó trabajosamente por el lúgubre pasillo de piedra. Atestadas estanterías se alzaban a ambos lados hasta el techo, tanto en el pasillo principal como en una infinidad de otros más estrechos que se ramificaban formando un exuberante árbol de conocimiento.

La vela cual alma del farol estaba casi tan consumida como su portador, que caminaba cojeando guiado por la tenue y titilante luz, disolviendo sombras a su paso y revelando un tesoro de incalculable valor.

El anciano llegó a su destino, colocó con esmero los tomos en su lugar designado  y regresó hasta el punto de partida. Allí se recostó sobre un improvisado jergón esperando a que su fiel compañero, el casi extinto farol, exhalara también su última luz. 

No había prisas, acabada ya su tarea. La biblioteca estaba sellada y oculta de las hordas invasoras. Permanecería intacta y silenciosa, preservando su saber hasta que alguien digno la encontrase.

1 comentario:

  1. Este relato estaba limitado por el número de caracteres de un concurso. Me gustó mucho la idea, pero la verdad es que mucho éxito no tuvo. En cualquier caso lo comparto con vosotros para que lo disfrutéis. Si tenéis algún comentario o aportación aportación estaré muy agradecido por compartirlo.

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