Llevaba días solo en aquella isla. Una vez recuperado del accidente, la exploró a conciencia y constató su absoluta soledad. También encontró un manantial de agua clara y fresca, árboles de los que podía aprovechar la madera y frutos de varios tipos con los que alimentarse.
Era el
tercer día cuando las olas acercaron una maleta a la playa. Exploró con ansia
su contenido y su mirada se clavó sobre un teléfono móvil, que cogió con los
ojos muy abiertos solo para constatar que allí no había cobertura. Rebuscó y
cogió papel y algo para escribir… ¡Y qué oportuno! ¡Una botella de ron!
Disfrutó del
contenido de la botella mientras escribía a la luz de la luna bajo un cielo
increíblemente estrellado, acompañado por el rumor de las olas rompiendo en la
playa.
Por la
mañana, introdujo la nota en la botella y cogió impulso con el brazo hacia
atrás para lanzarla al mar lo más lejos posible. Pero se detuvo.
La verdad es que a veces apetecería perderse allí una temporada (siempre que no haya nativos o depredadores en esa isla, claro).
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