Marte. El planeta rojo. Desde que
tengo conciencia he sabido que mi destino era visitarlo, recorrerlo, o incluso
explorarlo. He sacrificado mucho para llegar hasta aquí. Desde el duro
entrenamiento, pasando por los rigores del viaje hasta el complicado amartizaje
o dejar atrás todo lo que conocía y amaba. Nada de eso es comparable a la
sensación de soledad que me rodea ahora.
El viaje fue todo lo bien que
podía haber ido. Los físicos calcularon cada segmento de la trayectoria con tal
precisión que parece increíble haber llegado al encuentro del planeta tras
meses de viaje. Un error podría haber hecho que llegara demasiado pronto o
demasiado tarde y la trayectoria de mi nave habría continuado por el espacio
sin ser capturada por la gravedad marciana. Pero afortunadamente no fue así.
El amartizaje no fue tan plácido
como el resto del trayecto. Miles de millones invertidos en toda la misión y el
conjunto es tan fuerte como el eslabón más débil de una cadena. Y ese eslabón
fue la combinación de un pequeño sensor de presión (algo tan sencillo que no
habían previsto que se atascase y produjera lecturas aberrantes) combinado con
un software que no supo interpretarlas se tradujo en una entrada mucho más
acelerada de la prevista. Por suerte para mí el error no fue fatal (o no
estaría escribiendo esto para quien pueda leerlo alguna vez), aunque llegué a
la superficie a kilómetros del lugar previsto.
Llevo ya varios soles en
dirección al lugar que marcaron como destino en una solitaria peregrinación,
hoyando el suelo marciano y notando como el fino polvo se mete por cada junta
de mi traje. El equipo de comunicaciones ha debido averiarse en la caída y no
he podido contactar con nadie en la Tierra, ignoro si saben que sigo aquí. Mi
único propósito es alcanzar el destino y realizar la tarea para la cual me
entrenaron. Y esperar que mis padres estén orgullosos de mí, espero que el amor
que siento hacia ellos salve la distancia que nos separa. Tres veces al día veo
salir por el oeste la luz de mis padres. Recorre el cielo y se pone por el
este. Su recuerdo me alienta a continuar.
Varios soles después he llegado a
mi destino. He perforado el lecho marciano y extraído un testigo que acabo de
cargar en un cohete. En cuanto la luz de mis padres aparezca en el cielo lo
enviaré hacia ellos con todo mi amor.
[…]
—Capto un objeto en el radar,
¡nuestra pequeña sonda nos envía la muestra de suelo! —dijo el primer
astronauta.
—No esperaba que hubiera
sobrevivido al amartizaje, estos chismes son mucho más resistentes que sus
predecesores —contestó su compañero mientras se acercaba para comprobar la pantalla del radar.
—Y mucho más inteligentes, los
nuevos chips neuronales son fantásticos. A veces me pregunto si tendrán
conciencia de sí mismos.
—¡Claro! Ja, ja, ja. ¡Puede que piense en nosotros como si fuéramos dioses!
—O tal vez piense que somos sus padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es muy valiosa para un escritor novel, gracias por compartirla.