domingo, 18 de agosto de 2019

La Torre



La vieja torre llevaba toda la vida en aquel lugar, un venerable monumento que desafiaba a quien  quisiera intentar profanarlo. Su magnetismo impulsaba a todos los chiquillos del barrio a atravesar la desvencijada valla de madera por un estrecho agujero en alguna ocasión, atravesando el hueco que alguna vez había bloqueado un tablón, ahora una invitación para acceder a un lugar prohibido.
Carlos era el más valiente del grupo. Alto y fuerte para su edad, sentía que nada era demasiado difícil para él o fuera de su alcance. Animó a los demás con un gesto mientras se acercaba en cuclillas al agujero de la valla, mirando cuidadosamente alrededor para evitar que los adultos le descubrieran, totalmente ignorante que aquéllos también habían sido niños hace tiempo y la mayoría habían cruzado al otro lado.
Se clavó unas astillas en la mano cuando se sujetó para  atravesar la valla, pero no dijo nada, no fueran a pensar que era un blando. O peor, un cobarde. El solar oculto desde la calle se revelaba ahora delante de él, lúgubre a la sombra de la torre. Los eran colores apagados, casi grises. El perfume de la vegetación ocultaba casi por completo el humo de los coches de la calle y el del extractor del bar que había en la manzana de al lado.
Poco a poco, el resto de la pandilla fue entrando en aquel supuesto santuario, y sus caras perplejas indicaron a Carlos que sentían algo similar.
No había ventanas en la torre a nivel del suelo, tan sólo una inmensa puerta de madera con enormes clavos, parecía tan sólida como antigua, una amenazadora boca que había permanecido cerrada desde antes de que cualquiera de ellos tuviera recuerdos.
Carlos se aproximó a la puerta apartando los arbustos, arañándose a su paso pero fascinado cada vez más con las grandes fauces del edificio. El inmenso ojo negro de la cerradura parecía vigilar sus pasos.
Subió temblando los tres gastados escalones, pulidos y rebajados por el paso de incontables seres que pasaron por allí. Necesitó todo su valor para agacharse y mirar por el ojo de la cerradura.
Al otro lado, un ojo de un brillante color carmesí devolvió su mirada.

1 comentario:

  1. Esto es la semilla de una historia más larga. Tengo ganas de ampliarla, tal vez dentro de un tiempo...

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Tu opinión es muy valiosa para un escritor novel, gracias por compartirla.