domingo, 25 de agosto de 2019

Testigo



Como le decía, agente, todo ha pasado justo delante de mí. Ha sido pura suerte que estuviese en ese lugar, generalmente voy en coche a comprar pero lo tengo averiado y no me ha quedado más remedio que esperar al autobús.
»Pero me estoy yendo por las ramas, discúlpeme, como puede ver soy bastante mayor y supongo que son las prerrogativas de la edad.
»¿Por dónde iba?¡Ah! La parada del autobús. Aunque apenas había gente, estaba justo delante, ya sabe que si uno no consigue colocarse bien, pueden venir  los jovenzuelos y colarse; y si el autobús viene lleno no queda sitio…
»Sí, perdone, voy al grano. El todoterreno negro apareció de la nada a toda velocidad y chocó por detrás del coche blanco, provocando que girase como una peonza. ¡Como en las películas! Después, bajaron de la parte trasera del todoterreno dos encapuchados con gafas de sol, tatuajes, cadenas brillantes y unas armas enormes. Gritaron algo en español que no pude entender y acribillaron el coche blanco.
»¡No! No pude ver nada más porque intenté refugiarme detrás del quiosco. No puedo correr a mi edad, pero debería haber estado allí. Habría ido a gatas si hubiera sido necesario.
»Escuché las ruedas de un coche derrapando y cuando me atreví a asomar la cabeza ya se habían marchado y el coche blanco estaba envuelto en llamas.
»Claro, claro, por supuesto. Ya tienen mis datos y estaré encantado de volver. ¡Es lo más emocionante que he visto en años! Gracias agente.
»¿Dónde está mi bastón? Aquí estás, mi fiel compañero. Si no fuera por ti…
»¡Gracias por abrir la puerta! Muy amable señorita. ¡Menuda escalera! Para mí bajar a la calle es como para usted descender de una montaña. ¡Gracias… de nuevo…!Disculpe… me quedo… sin aire… por el esfuerzo…
»No hace falta que llame un taxi. Ya me encuentro mejor. Caminaré hacia el parque y desde allí cogeré el autobús hasta mi casa. Gracias de nuevo.
»Vamos, un pasito tras otro. La gente ya no se fija en viejos como yo. Un poquito más y llegamos al parque.
»Aquí, al final llegamos. Un banco a la sombra y parece que nadie nos ha seguido. ¿Dónde está el dichoso teléfono? ¡Es tan pequeño que apenas se ve! Aquí estas, trasto diminuto.
»A ver. Palmer, Pasquale… ¡Aquí está!
»¿Signore Pazzi? Está Hecho.
»Sí, tal y como ordenó, he dicho a la pasma que fueron los chicanos.
»Grazie signore Pazzi, siempre a su servicio.

domingo, 18 de agosto de 2019

La Torre



La vieja torre llevaba toda la vida en aquel lugar, un venerable monumento que desafiaba a quien  quisiera intentar profanarlo. Su magnetismo impulsaba a todos los chiquillos del barrio a atravesar la desvencijada valla de madera por un estrecho agujero en alguna ocasión, atravesando el hueco que alguna vez había bloqueado un tablón, ahora una invitación para acceder a un lugar prohibido.
Carlos era el más valiente del grupo. Alto y fuerte para su edad, sentía que nada era demasiado difícil para él o fuera de su alcance. Animó a los demás con un gesto mientras se acercaba en cuclillas al agujero de la valla, mirando cuidadosamente alrededor para evitar que los adultos le descubrieran, totalmente ignorante que aquéllos también habían sido niños hace tiempo y la mayoría habían cruzado al otro lado.
Se clavó unas astillas en la mano cuando se sujetó para  atravesar la valla, pero no dijo nada, no fueran a pensar que era un blando. O peor, un cobarde. El solar oculto desde la calle se revelaba ahora delante de él, lúgubre a la sombra de la torre. Los eran colores apagados, casi grises. El perfume de la vegetación ocultaba casi por completo el humo de los coches de la calle y el del extractor del bar que había en la manzana de al lado.
Poco a poco, el resto de la pandilla fue entrando en aquel supuesto santuario, y sus caras perplejas indicaron a Carlos que sentían algo similar.
No había ventanas en la torre a nivel del suelo, tan sólo una inmensa puerta de madera con enormes clavos, parecía tan sólida como antigua, una amenazadora boca que había permanecido cerrada desde antes de que cualquiera de ellos tuviera recuerdos.
Carlos se aproximó a la puerta apartando los arbustos, arañándose a su paso pero fascinado cada vez más con las grandes fauces del edificio. El inmenso ojo negro de la cerradura parecía vigilar sus pasos.
Subió temblando los tres gastados escalones, pulidos y rebajados por el paso de incontables seres que pasaron por allí. Necesitó todo su valor para agacharse y mirar por el ojo de la cerradura.
Al otro lado, un ojo de un brillante color carmesí devolvió su mirada.

domingo, 11 de agosto de 2019

Limpieza



¿Otra vez? ¿Es que esos humanos no tienen límite? –dijo el vicecomisionado para el Brazo de Orión, Región Kral, agitando nerviosamente sus tentáculos.
Creo que con esta van cinco veces en este ciclo, señorañadió el gerente del Región Kral, sistema estelar Sol, mientras fijaba su único ojo en la pantalla –. Estos bárbaros individuos no paran de enviar chatarra al resto de cuerpos de su sistema estelar. ¡Incluso están enviando artefactos mecánicos autónomos al cuarto planeta!
¡Artefactos mecánicos autónomos! ¡Inaceptable! Tendremos que programar otra limpieza completa del sistema, como hicimos hace muchos ciclos cuando aquellos gigantescos lagartos consiguieron la hegemonía sobre las demás especies.
−¿No sería mejor contactar con ellos y educarlos, señor vicecomisionado?
−Eso no es una opción, ya se ha intentado. Unas 2.000 órbitas alrededor de su estrella enviamos un emisario para tratar de corregir su comportamiento. ¿Recuerda lo que sucedió? Lo clavaron en unos maderos, lo desconectaron e implementaron un culto a su persona que continúa hasta el presente, pero sin modificar ni un ápice su forma de actuar. Apenas pudimos rescatar su cuerpo tres rotaciones después. No, mejor una limpieza completa del tercer planeta.
-Un poco radical, ¿no?

lunes, 5 de agosto de 2019

Tiempo



¡Pam! El portazo puso fin a la última página de nuestra relación con tajante sonoridad. Cayó de repente la noche sobre mí, tanto tiempo temida, tanto tiempo retrasada. Tanto tiempo sorteando las piedras del camino con el viento en contra, intentando tocar el cielo con las manos mientras navegamos a la deriva en un mar de dudas. Pero cuando menos lo esperas un gato negro se cruza y lo echa todo a perder.
Cuando el nuestro cruzó, el fuego de la chimenea llevaba tiempo extinto, el frío dominaba nuestra casa y la felicidad era una fotografía en tonos sepia, arrugada y deteriorada.
A menudo intenté ponerme en sus zapatos, pero la ventana a su mente era reducida, esquiva y acorazada.
Si no hubiese metido su nariz en mi portátil, tal vez no hubiese habido portazo, más tiempo añadido a tanto tiempo perdido.

jueves, 1 de agosto de 2019

Soledad


Llevaba días solo en aquella isla. Una vez recuperado del accidente, la exploró a conciencia y constató su absoluta soledad. También encontró un manantial de agua clara y fresca, árboles de los que podía aprovechar la madera y frutos de varios tipos con los que alimentarse.

Era el tercer día cuando las olas acercaron una maleta a la playa. Exploró con ansia su contenido y su mirada se clavó sobre un teléfono móvil, que cogió con los ojos muy abiertos solo para constatar que allí no había cobertura. Rebuscó y cogió papel y algo para escribir… ¡Y qué oportuno! ¡Una botella de ron!
Disfrutó del contenido de la botella mientras escribía a la luz de la luna bajo un cielo increíblemente estrellado, acompañado por el rumor de las olas rompiendo en la playa.
Por la mañana, introdujo la nota en la botella y cogió impulso con el brazo hacia atrás para lanzarla al mar lo más lejos posible. Pero se detuvo.